sábado, 11 de diciembre de 2021

"La destrucción o el amor" de Vicente ALEIXANDRE



Título
: "La destrucción o el amor"  

Autor: Vicente  ALEIXANDRE  

Editorial: Busma Ediciones   

Temática: Poesía 

Nº de páginas: 152  

Publicado: 1935 

Edición: 1984 




 Sinopsis: 
"La destrucción o el amor", escrito entre 1932-33 y publicado en 1935, es un hermoso canto a la unidad amorosa, desde el inicio del sentimiento hasta el momento en que éste acaba, un recorrido poético por todo el proceso amatorio que sufren los enamoramientos abocados a un fin, y además resulta un gran ejemplo de la mejor poesía surrealista.

"La destrucción o el amor" es no sólo el libro que reveló la poderosa personalidad de Vicente Aleixandre como poeta, al tiempo que le situó entre los de mayor fuerza y originalidad, sino que es una de sus obras más fértiles y que más influencia ha ejercido en poetas de las generaciones posteriores.


El autor
Sevilla, 26 de abril de 1898  -  Madrid, 14 de diciembre de 1984
Hijo de un ingeniero de ferrocarril, Vicente Aleixandre pertenecía a la burguesía media acomodada. Cuando tenía dos años de edad, su familia se trasladó a Málaga, ciudad a la que el poeta llama en su obra "el Paraíso", pues en ella transcurrió toda su infancia. En 1909, la familia Aleixandre se instaló en Madrid, donde el futuro poeta cursó el bachillerato y, ya en plena juventud, las carreras de Derecho y Comercio, y durante unos años es profesor en la Escuela de Comercio de Madrid especializándose en Derecho Mercantil. 

Vicente Aleixandre y Merlo fue un poeta español perteneciente a la llamada generación del 27, considerado uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. 

Elegido académico en la sesión del día 30 de junio de 1949, ingresó en la Real Academia Española el 22 de enero de 1950. Ocupó el sillón de la letra O. Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura por "La destrucción o el amor"
Recibió  el Premio de la Crítica en 1963 por "En un vasto dominio", y en 1969, por "Poemas de la Consumación", y el Premio Nobel de Literatura en 1977.



Su amistad con Dámaso Alonso y sus inquietudes literarias le llevan a leer y a estudiar a los grandes poetas de la literatura universal, como Bécquer y Rubén Darío; pero también a otros autores extranjeros de gran renombre, como los simbolistas franceses. 


Aleixandre, Cernuda y Lorca

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En los años 20 sufre una grave enfermedad y durante su recuperación se dedica a escribir poesías que son publicadas en las revistas culturales más importantes de la época, consiguiendo gran éxito. Ahí empieza su amistad con los otros componentes de la Generación del 27, como Federico García Lorca y Luis Cernuda. En 1934 recibe el Premio Nacional de Literatura.
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Tras la Guerra Civil permanece en España y su obra toma una trayectoria muy personal. En 1949 es nombrado Académico de la Lengua y desde entonces se convierte en maestro y protector de los jóvenes poetas españoles, que acuden a visitarle con frecuencia a su casa de Madrid, donde con frecuencia organiza tertulias literarias.

Vicente Aleixandre fue un poeta total, entregado de lleno al cultivo de la poesía. No escribió obras en otros géneros. Sus escasos textos en prosa (en los que describe a otros poetas y escritores que conoció) son tan poéticos como sus versos; y sus ensayos literarios son, en su mayoría, escritos de encargo.

Para Aleixandre la poesía no consistía tanto en ofrecer belleza, cuanto en alcanzar propagación, comunicación profunda del alma de los hombres. El propio poeta nos dejó una bella definición de la figura del poeta como "una conciencia puesta en pie, hasta el fin", y la historia ha demostrado que lo consiguió ampliamente no solo por la enorme calidad de su producción poética sino por la insobornable ética que marcó su obra y su trayectoria vital. Su obra se caracteriza por el uso de la metáfora y se le reconoce como el principal poeta surrealista español. Se dice que su trayectoria se divide en tres etapas: 
  • Una primera de poesía pura (con influencias de Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Jorge Guillén),  en concreto, su primer libro, "Ámbito" (1928), tiene clara influencia de Juan Ramón Jiménez y se abre hacia la contemplación desde el interior.

  • Otra de poesía surrealista, como "Espadas como labios" (1932) y "Pasión de la tierra" (1928-29), se separó de la llamada poesía pura y adoptó la experiencia renovadora del surrealismo, con una visión panteísta de la naturaleza y un erotismo romántico. Esta misma línea sigue "La destrucción o el amor" (1935), que mereció el Premio Nacional de Literatura. Esta manera de ver el mundo se plasma  en "Sombra del paraíso" (1944), obra que une sus dos épocas de creación. Otras obras son "Mundo a solas" (1950), que incluye poesías de 1934 y 1935, y "Nacimiento último" (1953), con textos de 1927 hasta 1952.

  • Una tercera de poesía antropocéntrica, tras la Guerra Civil española, su obra cambia, acercándose a las preocupaciones de la poesía social imperante. Desde una posición solidaria aborda la vida del hombre común, sus sufrimientos e ilusiones. Hacia 1954, inicia una nueva época. Dos son los libros fundamentales de esta etapa: "Historia del corazón" (1954), "En un vasto dominio" (1962). Otras obras: "Presencias" (1965) o "Retratos con nombre" (1965). En ellas, su estilo se hace más sencillo y accesible y su poesía está menos cargada de complicaciones surrealistas. La mirada del poeta es ahora más humana, se acerca mucho más a las cosas cotidianas, al mundo que le rodea. Para el poeta, el hombre es un ser que sufre, pero que sabe sobrellevar este sufrimiento con dignidad y valentía.

    Vicente Aleixandre se presenta como un hombre maduro que asume la vejez y acepta, con elegancia, la proximidad inevitable de la muerte. Los libros más destacados de este período de ecos metafísicos son "Poemas de la consumación" (1968) y "Diálogos del conocimiento" (1974), en ellas el estilo del poeta vuelve a dar un giro volviendo a procedimientos que recuerdan su surrealismo inicial. La experiencia frustrante del paso del tiempo ("o tarde, o pronto, o nunca"), de la vejez (en su poema "Como Moisés es el viejo" y otros) y de la cercanía de la muerte le llevan a replantearse su irracionalismo juvenil, aunque ya en una modalidad extremadamente depurada, meditativa y serena. Utiliza un complejo conceptismo estilístico que opone conceptos como mirar / ver, conocer / saber y usa los tiempos verbales y la metáfora negativa para crear distanciamiento: "Nació, y no supo. / Respondió, y no ha hablado". El segundo, como su propio título indica, contiene diálogos entablados entre personajes simbólicos sumamente abstractos.
En 1977 recibe el Premio Nobel,  otorgado por "una escritura poética creativa que ilumina la condición del hombre en el cosmos y en la sociedad actual, al mismo tiempo que representa la gran renovación de las tradiciones de la poesía española entre las guerras". Con este Premio Nobel se reconoce universalmente su obra y, en cierta manera, la de toda la Generación del 27. Ese mismo año es condecorado con la Gran Cruz de Carlos III.


En el Discurso de recepción del Premio Nobel, Vicente Aleixandre define su sentido de la poesía del siguiente modo: "El poeta está lleno de sabiduría, pero no puede envanecerse, porque quizá no es suya: una fuerza incognoscible, un espíritu habla por su boca: el de su raza, el de su peculiar tradición. Con los dos pies hincados en la tierra, una corriente prodigiosa se condensa, se agolpa bajo sus plantas para correr por su cuerpo y alzarse por su lengua. Es entonces la tierra misma, la tierra profunda, la que llamea por ese cuerpo arrebatado".

Ya póstuma aparece "En gran noche" (1991), donde se recogen muchas composiciones inéditas. En prosa, es autor de "Los encuentros" (1958 y 1985), donde rescata a escritores de varias épocas, y de una colección de cartas y artículos titulada "Prosas recobradas" (1987). 


Comentario
"La destrucción o el amor" el título ya expresa la temática del libro, es el amor, entendido como oposición o como complemento a la muerte. La técnica del poemario es esencialmente surrealista, el poeta no asume tradición alguna, ni siquiera la métrica, al igual que en  "Espadas como labios", que he leído recientemente, y en el que también predomina el verso libre. Su amigo Luis Cernuda comentaba sobre su poemario: "Su verso no se parece a nada".
 
Aleixandre define la poesía como: "La poesía es comunicación. Algo que sirve para hablar con los demás hombres."  y añade: "Ser leal a sí mismo es el único modo de llegar a ser leal a los demás."

Muy recomendable su lectura y disfrute.

SE QUERÍAN
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


UNIDAD EN ELLA 
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.


MAÑANA NO VIVIRÉ 
Así besándote despacio ahogo un pájaro,
ciego olvido sin dientes que no me ama,
casi humo en silencio que pronto es lágrima
cuando tú como lago quieto tendida estás sin día.

Así besándote tu humedad no es pensamiento,
no alta montaña o carne,
porque nunca al borde del precipicio cuesta más el abrazo.

Así te tengo casi filo,
riesgo amoroso, botón, equilibrio,
te tengo entre el cielo y el fondo
al borde como ser o al borde amada.

Tus alas como brazos,
amorosa insistencia en este aire que es mío,
casi mejillas crean o plumón o arribada,
batiendo mientas me olvido de los dientes bajo tus labios.

No me esperéis mañana -olvido, olvido-;
no, sol, no me esperéis cuando la forma asciende al negro día creciente;
panteras ignoradas -un cadáver o un beso-,
solo sonido extinto o sombra, el día me encuentra. 

TRIUNFO DEL AMOR
Brilla la luna entre el viento de otoño,
en el cielo luciendo como dolor largamente sufrido.

Pero no será, no, el poeta quien diga
los móviles ocultos, indescifrable signo
de un cielo líquido de ardiente fuego que anegara las almas,
si las almas supieran su destino en la tierra.

La luna como una mano,
reparte con la injusticia que la belleza usa,
sus dones sobre el mundo.
Miro unos rostros pálidos.
Miro rostros amados.

No seré yo quien bese ese dolor que en cada rostro asoma.
Sólo la luna puede cerrar, besando,
unos párpados dulces fatigados de vida.

Unos labios lucientes, labios de luna pálida,
labios hermanos para los tristes hombres,
son un signo de amor en la vida vacía,
son el cóncavo espacio donde el hombre respira
mientras vuela en la tierra ciegamente girando.

El signo del amor, a veces en los rostros queridos
es sólo la blancura brillante,
la rasgada blancura de unos dientes riendo.

Entonces sí que arriba palidece la luna,
los luceros se extinguen
y hay un eco lejano, resplandor en oriente,
vago clamor de soles por irrumpir pugnando.
¡Qué dicha alegre entonces cuando la risa fulge!
Cuando un cuerpo adorado,
erguido en su desnudo, brilla como la piedra,
como la dura piedra que los besos encienden.
Mirad la boca. Arriba relámpagos diurnos
cruzan un rostro bello, un cielo en que los ojos
no son sombra, pestañas, rumorosos engaños,
sino brisa de un aire que recorre mi cuerpo
como un eco de juncos espigados cantando
contra las aguas vivas, azuladas de besos.

El puro corazón adorado, la verdad de la vida,
la certeza presente de un amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su desnudo mojado,
todo vive, pervive, sobrevive y asciende
como un ascua luciente de deseo en los cielos.

Es sólo ya el desnudo. Es la risa en los dientes.
Es la luz o su gema fulgurante: los labios.
Es el agua que besa unos pies adorados
como un misterio oculto a la noche vencida.

¡Ah maravilla lúcida de estrechar en los brazos
un desnudo fragante, ceñido de los bosques!
¡Ah soledad del mundo bajo los pies girando,
ciegamente buscando su destino de besos!

Yo sé quien ama y vive, quien muere y gira y vuela.
Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran.
Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden.




















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