viernes, 13 de noviembre de 2020

"El iris salvaje" de Louise Elisabeth GLÜCK



Título: "El iris salvaje" 


Autor: Louise Elisabeth Glück 

EditorialPre-Textos 

Temática: Poesía 

Nº de páginas: 156 

Edición: 2006 

Año Publicación: 1992


 

 
Sinopsis: 
Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero.Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado.
Louise Glück, Proofs and Theories

El iris salvaje

Al final del sufrimiento 
me esperaba una puerta. 
Escúchame bien: lo que llamas muerte 
lo recuerdo. 
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante. 
Y luego nada. El débil sol 
temblando sobre la seca superficie. 
Terrible sobrevivir 
como conciencia, 
sepultada en tierra oscura. 
Luego todo se acaba: aquello que temías, 
ser un alma y no poder hablar, 
termina abruptamente. La tierra rígida 
se inclina un poco, y lo que tomé por aves 
se hunde como flechas en bajos arbustos. 
Tú que no recuerdas 
el paso de otro mundo, te digo 
podría volver a hablar: lo que vuelve 
del olvido vuelve 
para encontrar una voz: 
del centro de mi vida brotó 
un fresco manantial, sombras azules 
y profundas en celeste aguamarina


El autor
Nueva York en 1943
Poeta norteamericana nacida en  Nueva York en 1943.
Se graduó en 1961 en Hewlett High School de Nueva York, y luego asistió al Sarah Lawrence College  y  Columbia University.


Es una de las figuras relevantes de la poesía contemporánea norteamericana, con títulos tan importantes como  "Firstborn" 1968, "House on the Marshland" 1975, "Descending Figure" en 1980, "The Triumph of Achilles" 1985, "Ararat" 1990, "The Wild Iris" 1992 ganó el Premio Pulitzer de poesía por su poemario,  "Meadowlands" 1996, "The SevenAges" 2001, y "Averno" en 2006. En 1994  reunió sus ensayos sobre poética bajo el título Proofs and Theories. que ganó el PEN Martha Albrand Award for Nonfiction. 

La editorial Sarabande Books publicó en formato de bolsillo un nuevo poemario constituido por seis partes, titulado "October". En 2001 la Universidad de Yale concedió a Louise Glück su Bollingen Prize premio de poesía que concede de forma bienal a un poeta destacado por su obra. Entre otros galardones y honores se incluyen el Lannan Literary Award, el Sara Teasdale Memorial Prize, la Medalla al mérito del MIT , el Premio Wallace-Stevens y diferentes ayudas y becas a la creación de instituciones como la Guggenheim y la Rockefeller.

Ha recibido numerosos premios, entre los que se destacan el Premio Pulitzer 1993 por el "Iris salvaje", el National Book Critics Circle Award  por "The Triumph of Achilles", el Academy of American Poet's Prize por "Firstborn", la Medalla al Mérito MIT, además de varias becas de las fundaciones Guggenheim y  Rockefeller. En 2015 el presidente Barack Obama la condecoró con la Medalla Nacional de Humanidades. En ese momento su amigo, el también poeta laureado Robert Hass, dijo: “Su poesía es una de las más líricas, puras y consumadas que se escriben actualmente”.

En este momento vive en Cambridge, Massachusetts, y desarrolla actividades de docencia en el departamento de lengua inglesa del Williams College en Williamstown, Massachusetts. De forma paralela, imparte clases en la Universidad de Yale y fue profesora invitada en la Universidad Industrial de Santander en Bucaramanga. 

Entre sus 12 libros de poesía destaca la colección de poemas que recoge "El iris salvaje", publicado por primera vez en 1992, el libro se publicó en España en 2006 de la mano de la Editorial Pre-Textos. Esta obra ha sido galardonada con el Premio Pulitzer de Poesía en 1993, fue finalista del Premio Nacional del Libro de Poesía en 1992 y en el mismo año 92 obtuvo el Premio William Carlos Williams otorgado por la Asociación de Poetas de Estados Unidos.

La poesía de Glück extiende, por un lado, la tradición más conversacional y, por otro, la herencia más íntima y hermética logrando una expresión personal en la que las emociones crean analogías y relaciones con un mundo de lecturas de los clásicos y los mitos arquetípicos de Occidente. Su poesía se caracteriza por la precisión técnica, la sensibilidad y la comprensión de la soledad, las relaciones familiares, el divorcio y la muerte con guiños a los grandes clásicos de siempre cuyos mitos son reelaborados con precisión y claridad. Su oralidad y lenguaje conversacional permiten que el lector entre de una manera directa a un ámbito y unas atmósferas donde se construye un asunto universal desde la vida privada y los asuntos de entrecasa. En esta poesía hay un confinamiento y una exaltación. Se regresa a esa intimidad, al jardín interior en el que ocurren los asuntos verdaderos del día a día.

En 2020 se convirtió en la decimosexta mujer en recibir el premio Nobel de Literatura. "Por su característica voz poética, que con su austera belleza hace universal la existencia individual".

Otro de sus libros de poesía que destacan es "Ararat", publicado originalmente en 1992, Editorial Pre-Textos lo publicó en nuestro país en 2008. En el libro se recoge el poema Amante de las flores 

Flores, en fin, que son belleza y muerte, 
pero sobre todo fragilidad. Intemperie otra vez. 
En nuestra familia, todos aman las flores. 
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: 
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba 
con placas de granito en el centro: 
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras 
llena de mugre algunas veces… 
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo. 
Pero en mi hermana, la cosa es distinta: 
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre 
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo. 
Cada primavera, espera las flores. 
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende 
que es mi madre quien paga; después de todo, 
es su jardín y cada flor 
es para mi padre. Ambas ven 
la casa como su auténtica tumba. 
No todo prospera en Long Island. 
El verano es, a veces, muy caluroso, 
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores. 
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, 
eran tan frágiles…

En 1999, la escritora publicó «Vita Nova», con el que recibió el primer premio otorgado por los lectores del «New Yorker», además del premio Bollingen. Ahí encontramos «El vestido».

Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.
 Es autora de once poemarios.


Comentario
El libro "El iris salvaje" es un viaje interior de Glück, explorando sus sentimientos más profundos, con un lenguaje aparentemente sencillo y directo pero complejo. En unos versos bien construidos y con una sutil ironía, presenta con sobriedad y elegancia el temor a la muerte que habita en el ser humano, creando poesía con mayúsculas. Muy recomendable disfrutar de esta poetisa


De "Iris salvaje" (Traducción de Eduardo Chirinos)

El jardín

No puedo hacerlo nuevamente,
difícilmente soportaría verlo;
bajo la tenue lluvia del jardín
la joven pareja siembra
un surco de guisantes, como si
nadie lo hubiese hecho nunca:
los grandes problemas todavía
no han sido enfrentados ni resueltos.
Ellos no pueden verse
en el polvo fresco aún, empezar
sin ninguna perspectiva,
con las colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores.
Ella desea detenerse;
él desea llegar hasta el fin,
permanecer en las cosas.
Mírala a ella tocar su mejilla,
pedirle una tregua, los dedos
ateridos por la lluvia primaveral;
en el pasto tierno estrellan rojos azafranes.
Aun aquí, aun en los comienzos del amor,
su mano al abandonar la cara
da una impresión de despedida,
y ellos se creen
capaces de ignorar
esta tristeza.

Amor bajo la luz de la luna

A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación 
a otra persona, a eso lo llaman 
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma. 
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.) 
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo 
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas 
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín 
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo, 
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio 
transformada en aleación de luz de luna, 
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma 
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna, 
tomada de otra fuente, y brilla 
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no, 
la luna sigue estando más que viva. 

El espino

Al lado tuyo, pero no 
de tu mano: así te miro 
andar por el jardín 
de verano: las cosas 
que no pueden moverse 
aprenden a mirar. No necesito 
perseguirte a través 
del jardín; en cualquier parte 
los humanos dejan 
señal de lo que sienten, flores 
esparcidas en el polvo del camino, todas 
blancas y doradas, algunas 
levemente alzadas 
por el viento de la tarde. No necesito 
seguirte adonde estás ahora, 
hundido en la ponzoña de este campo, para 
saber la causa de tu huida, de tu humana 
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa 
dejarías caer todo aquello 
que has acumulado? 
 

Escila

No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas 
azules y celestes como 
una crítica al cielo: ¿por qué 
atesoras tu voz 
si ser algo es lo que sigue 
a no ser nada? 
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír 
algo así como un eco de la voz 
de dios? Sois todos iguales: 
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando 
vuestras vidas absurdas; vais 
donde se os manda, como todas las cosas, 
donde el viento os plante, unos y otros 
mirando siempre 
hacia abajo, viendo alguna imagen 
del agua y escuchando qué: olas, 
y sobre las olas, pájaros cantando. 
 

Lamium
Así se vive cuando tienes un corazón helado. 
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría, 
bajo las copas inmensas de los arces. 
El sol apenas me alcanza. 
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos. 
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo. 
Siento su brillo entre las hojas, vacilante, 
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal. 
No todos necesitan de la luz 
en igual medida. Algunos 
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada 
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata 
poco profundo bajo la oscuridad de los arces. 
Pero esto ya lo sabes. 
Tú y aquellos que piensan 
que viven por la verdad, y en consecuencia, 
aman todo lo que es frío. 


Maitines
Perdóname si digo que te amo: a los poderosos 
se les engaña siempre, los débiles 
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar 
lo que no puedo concebir, y tú no revelas 
virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino, 
siempre la misma cosa en el mismo lugar, 
o a la dedalera inconsistente, que brota primero 
como espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas, 
y al año siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves 
lo inútil que es este silencio que promueve en nosotros la creencia 
en que tú puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la vulnerable 
rosa, la terca margarita; nada nos queda sino pensar 
que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres 
que pensemos? , ¿lo que explica el silencio esta mañana, 
los grillos cuyas alas no se frotan, los gatos 
que en el patio no pelean? 


Maitines 2 
Ocurre contigo que eres como los abedules: 
no debo hablarte 
de modo personal. Muchas 
cosas han pasado entre nosotros. ¿O 
sólo me ocurrieron a mí? Me 
siento culpable, culpable, te pedí 
humanidad; no soy más menesterosa 
que los otros. Pero la ausencia 
de todo sentimiento, de la menor 
preocupación por mí... También podría 
dirigirme a los abedules 
como en mi vida anterior: dejemos 
que lo hagan del peor modo, déjales 
que me entierren con los románticos, 
que sus hojas amarillas y afiladas 
caigan sobre mí 
y me cubran. 


Maitines 4 
¿Qué es mi corazón para ti 
si debes romperlo una y otra vez 
como el sembrador que pone a prueba 
sus nuevas especies? Experimenta 
algo más: cómo puedo vivir 
en las colonias, como a ti te gusta, si me impones 
una cuarentena de dolor, apartándome 
de los miembros saludables de 
mi propia tribu: eso no se hace 
en un jardín, apartar 
la rosa enferma; permítele ondear sus sociables 
e infectadas hojas 
de cara a las demás, que los minúsculos áfidos 
brinquen de planta en planta, probando de nuevo 
que soy la más inane de tus criaturas, la que sigue 
al floreciente áfido y al rosal trepador. Padre, 
como agente de mi soledad, alivia 
al menos mi culpa, levanta 
el estigma del aislamiento; a menos 
que sea tu designio fortalecerme 
otra vez, como fui 
fuerte y plena en mi infancia equivocada, 
bajo la leve luz 
del corazón de mi madre, 
o en el sueño, 
el primer ser que nunca moriría. 


Malahierba 
Algo 
llega al mundo sin ser bienvenido 
y llama al desorden, al desorden. 
Si tanto me odias 
no te molestes en buscar 
un nombre para mí: ¿necesitas 
acaso un desdoro más 
en tu lenguaje, otra 
manera de culpar 
a la tribu por todo? 
Ambos lo sabemos, 
si adoras a un dios, necesitas 
sólo un enemigo. 
Yo no soy el enemigo. 
Sólo soy una treta para ignorar 
lo que ves que sucede 
aquí mismo en esta cama, 
un pequeño paradigma 
del fracaso. Una de tus preciosas flores 
muere aquí casi a diario 
y no podrás descansar 
hasta enfrentarte a la causa, es decir, 
a todo lo que queda, 
a todo aquello que es más fuerte 
que tu pasión personal. 
No estaba escrito 
permanecer para siempre en este mundo. 
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir 
haciendo lo de siempre, 
lamentándote y culpando, 
las dos cosas a la vez. 
No necesito que me alabes 
para sobrevivir. Llegué aquí primero, 
antes que tú, antes 
de que sembraras un jardín. 
y estaré aquí cuando el sol y la luna 
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso. 
Y yo conformaré el campo. 

Nieve de primavera 
Mira el cielo nocturno: 
en mí poseo dos personas, dos clases de poder. 
Estoy aquí contigo, en la ventana, 
observando tu reacción. Ayer 
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín. 
Hoy la tierra brilla igual que la luna, 
como materia muerta, encostrada de luz. 
Ahora puedes ya cerrar los ojos. 
He escuchado tus llantos, también 
los llantos anteriores a los tuyos, 
y he sido sensible a sus demandas. 
Te mostré lo que querías: 
no la convicción sino el sometimiento a la autoridad,
que descansa en la violencia 

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